Mecenazgo, la ley que falta

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Da vueltas, desde que asumieron las nuevas autoridades macristas en Cultura, la intención de dar prioridad a la creación de una ley de mecenazgo que coloque a nuestros artistas en el nivel que se merecen, y brinde la oportunidad a empresas y particulares de aportar fondos para la creación, según el modelo instituido por Cayo Plinio Mecenas en el año 70 a.C. Mecenas le puso alas, y dinero, a la voz de los poetas Virgilio y Horacio. En su memoria y honor, Virgilio escribió las Geórgicas. Otro tanto ocurrió en el Renacimiento con los banqueros Medicis. Sin ellos la historia del arte hubiera perdido obras maestras capitales, y Miguel Ángel uno de sus más generosos sponsors.

En nuestro país, la ley de mecenazgo es una asignatura pendiente desde que, durante su corta presidencia, Eduardo Duhalde vetara un proyecto que designaba al Fondo Nacional de las Artes como organismo de aplicación.

Ese punto, entonces el talón de Aquiles, se ha convertido ahora en la llave del mandala. En la opinión del vicepresidente del FNA, representante del Banco Central en el organismo, Facundo Gómez Minujin (JP Morgan, ex presidente de arteBA Fundación), «sería el fondo quien articule la aplicación de una futura ley, que ya está en estudio».

Desde el GCBA podrían dar pistas de cómo funcionó el programa de mecenazgo, impulsado por Hernán Lombardi, herramienta eficaz para darle luz verde a muchos proyectos aprobados o bochados, por una comisión ad hoc. Obviamente, la ley de mecenazgo tiene aristas sensibles a la hora de medir costos y beneficios, porque la desgravación impositiva que beneficia a los mecenas, sean empresas o particulares, implica una merma en la recaudación de Economía. Lo que se gana por un lado se pierde por el otro.

Sin embargo, en un país con presupuestos culturales magros, el aporte privado resulta esencial. No en vano la presidenta del FNA designada por el ministro Avelluto es Carolina Biquard. Militante de la cultura, casada con el escritor Jorge Torres Zabaleta, hizo carrera por su capacidad como fundraiser en la Fundación Compromiso. Casualmente, el FNA anunció hace unos días un incremento en los subsidios para los artistas, una línea de Becas del Bicentenario y el aumento del premio anual a 200.000 pesos. Tiene, además, en carpeta el proyecto de puesta a punto de la casa de Rufino de Elizalde, proyectada por Bustillo para Victoria Ocampo en el corazón de Barrio Parque, y comprada por Amalia Fortabat cuando era presidenta del FNA. Allí vivieron la modelo Claudia Sánchez y el publicista Nono Pugliese, y más tarde el actual presidente Mauricio Macri.

Creado en 1958, el FNA es el «banco de los artistas», con un capital de $ 100 millones. Gómez Minujin cree que afinando el lápiz se pueden «aumentar los recursos que el fondo tiene por los derechos del dominio público pagante». Hoy el volumen de dinero «ahorrado» se mantiene en su cota más alta, lo que debe agradecerse al saliente presidente, el diplomático Virgilio Tedín Uriburu.

El caso de Brasil, al menos en este aspecto, resulta emblemático porque empinó la cotización de los artistas al fomentar el coleccionismo y la difusión. Por lo menos diez artistas brasileños se cotizan arriba del millón de dólares, cuando en la Argentina sigue siendo un leading case el millón de dólares pagado por Desocupados, de Antonio Berni.

Fuente: La Nación